Finalmente me chaira el recuerdo, como una descarga eléctrica, en contrafurca. También me palpita un párpado. Debe ser por la ansiedad que mastico y trago. No me niego ningún placer mundano. Todos mis órganos están hinchados de grasa y nicotina. Cago sangre, alguna que otra vez escupo una muela. Y sin embargo estoy entero, dispuesto a dar pelea. No les va a hacer tan fácil. Van a venir de todos lados. Voy a ofrecerme como blanco como siempre lo hice. Ya no sé lo que hice. No recuerdo nada. No quiero recordar. No me hace falta. No importa lo que recuerdo. Ese no es el punto en cuestión. Yo estoy tranquilo, no tengo nada que reprocharme. Disfruto de este bienestar momentáneo. No tengo conciencia, por eso me distiendo y olvido una a una las iniquidades que me atribuyen. Que me la chupen. Que me vengan a buscar si tan basura les parezco. Miles de oportunidades les di. Pero ni de eso son capaces. Merezco una muerte heroica. No quiero que me retuerza un infarto en este mismo sillón. Hasta cuándo han de esperar.
Y recuerdo, solamente porque recordar es una buena manera de olvidar. Ahora no me queda más que recapitular uno a uno los momentos vividos. No me es difícil recordar, siempre he seguido el patrón de mi egoísmo. Hay tanta sensualidad en mi delirio, y nadie lo nota, si estoy más solo que la mierda. Un hombre es mi socias, mi homónimo del otro lado del odio. Tengo un hermano gemelo que me quiere ver muerto. Es el reflejo que encuentro en cada espejo que me miro. Uno de los dos no existe. Uno de los dos, justifica al otro. Uno de los dos debería morir. Pero los dos seguimos vivos. Un desequilibrio bastante importante. Mi hermanito. Cristian Amador Raffo.
miércoles, 8 de octubre de 2008
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